Buscas en el desván de la memoria
las luciérnagas de ojos tristes
que solían acompañar tus noches
y te hacían resucitar en soledad.
Llevas la mano a tus sienes
en un gesto aprendido, mecánico,
vuelves a sentirte ese extraño
que se ahoga en el lago de una lágrima.
El ocaso se apodera de tu mente,
ya no eres aquel náufrago
que frotaba con ardor la lámpara
en un delirio arrebatado y efímero.
Aunque tu vida no es serena
te dejas arrastrar por un momento
al territorio de la pérdida
en un impulso por sobrevivir.
Ricardo Fernández Moyano
3 comentarios:
Un genial, sincero y dramático texto realista. Aquéllas luciérnagas se apagaron para siempre.
Memoria que nos lleva a una realidad en la que no nos reconocemos sino por lo perdido.
Bello poema.
Ese extraño tan familiar, Ricardo. Memorable poema el tuyo.
Besos
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