Como cada año amarillo,
las calles se llenan de vestidos
que hacen daño en el cuello,
de pies con zapatos de baile
para estatuas.
En las casetas de tiro surgen
chaquetas con hombros,
proyectiles excesivos
que escupen regalos a las nubes.
Peluches agujereados,
pequeñas botellas abolladas
y tesoros que almacenaremos
en un anaquel inadvertido.
Estaciones atrás, un día como éste,
me crucé con una ristra de celofanes,
con mujeres que decían lo hermoso
que es coleccionar brillos y baberos.
Sollocé y pataleé
por un pedazo rojo brillante:
alguien me regaló
lo que parecía un bastón de caramelo.
Al morderlo, el plástico me reveló
que jamás lo que deseamos se parece a lo obtenido.
Con la soberbia de la infancia,
lo pisoteé en el suelo,
convirtiendo al bastón
en una caricatura de azúcar astillado.
Al saber qué había hecho, me eché a llorar:
todos los niños —menos yo— tenían un bastón,
exactamente igual a aquel que yo hice trizas.
Siempre todos menos yo; siempre nadie menos yo.
Hoy sigo destruyendo
—cebándome con saña—
las cosas que más quiero.
Elena Medel
F
5 comentarios:
Tristemente exacto para muchos:
Destruimos los más querido sólo porque no se parece a lo deseado.
Y, sin embargo, qué bello este modo poético de expresarlo.
Gracias, Elena.
Por cierto, Fernando, al ver que felicitas a Antón me acuerdo de que ayer me sorprendió leyendo al azar las onomásticas de El País la de Ángel Guinda.
Cierto, "jamás lo que deseamos se parece a lo obtenido" el arte está en apreciar lo que nos es dado, sobre todo, si no hay probabilidad de devolución, aunque en el caso de bastón ya no hubo remedio. Fantástico, cómo me gustan los poemas de Elena. Elena, también eres fantástica.
Besos
Magnífica poesía....un abrazo de azpeitia
Me sabe agrio. El primer paso es ser consciente de lo que hacemos mal. Pero ese celofán...
Un abrazo,
Laura
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