En las madrugadas
de julio,
cuando iba temprano
a corregir al Pasaje,
cruzaba por delante
del Puente de Brooklyn
y contemplaba la belleza
del Bajo Manhattan.
Allí, sobre las turbulentas
aguas del East
River,
se levanta el Pier 17,
en South Street Seaport,
un viejo muelle,
un antiguo embarcadero
reconvertido en lugar de ocio.
Aquí nació Nueva York,
en este puerto destartalado,
en el siglo XVII,
cuando no existía el Pier 17
ni el Fulton Fish Market;
dos barcos añosos,
el Peking y el Wavertree,
navíos de antaño,
son ahora museos
que esperan nuestra visita
en un futuro incierto.
Joaquín Juan
F
4 comentarios:
"la belleza del bajo Manhattan", afortunada memoria la de la pupila que contempló el ayer. Formidable memoria que nos devuelve el instante ahora y para siempre. Recuerdo y poema (futuro, precioso, Joaquín Juan.
Besos
Precioso.
Nueva YorK, no lo sé.
Los versos, siempre.
Un (b)eso
Dos meses antes de la terrible tragedia de las torres genelas estuve desayunando en la cafetería del último piso de una de las torres, abierta al público. Allí estuve hablando y haciendo fotografías a los camareros del bar. Sé por la prensa que uno se salvó. Los demás murieron. Hasta ahora no he encontrado ningún poema sobre ellos y las lágrimas no me dejarán nunca escrinirlo. Un abrazo.
Esa es precisamente la belleza de ciertos museos:
Rememoran historias, suscitan bellos poemas.
Abrazos.
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