Un poema de Brenda Ascoz,
La mujer del sombrero, oblicua sobre la tierra,
mastica las hojas de un libro.
Busca un adjetivo
que cubra con otra piel
su desnudez de asfaltos y gris.
La mujer del sombrero levanta una piedra
y allí,
la vida:
suaves al tacto,
brotan de la tierra y se retuercen los gusanos,
se doblan sobre sus propios cuerpos cegados por la luz
pálida
de un amanecer estancado en abril.
Habla la mujer del sombrero
y sus palabras caen,
se hunden,
se anestesian:
lacer, ernura, mblor.
Las letras se retuercen en el fango.
Suaves al tacto, se doblan sus cuerpos,
y calla la mujer del sombrero.
Y lentamente
se pudre.
Un poema de Mario Hinojosa,
El ombligo de la soledad
Un clamor recorre mi avenida lejana,
el niño se asoma a las blasfemias y a los holocaustos
como a un juego de luces y sombras.
Mi bolsillo moribundo surge de un galope secreto,
ayer es el infierno donde confluye la metafísica,
tu mano
fieramente atroz, es un penal hediondo
donde rugen los pijamas de algodón
y las montañas se envenenan de vergüenza.
Y llamo perdido,
tengo una araña de hombre inexistente
en el bolsillo de la cópula fracasada,
un hermano merendando trozos de fantasma
en el doloroso puño de la destrucción,
y me encierro mordiendo huesos,
creyendo en la ingenua resurrección de la lascivia
como en una criatura desalmada.
1 comentario:
se retuercen en el fango...
me encierro mordiendo huesos...
deambular, preguntar...
Un abrazo
Alba
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