Al despertar los recuerdos se habían disipado casi por completo; pensaste que había sido un mal sueño, pensaste en ella, en desear la muerte no hay gran cosa. Todos lo hacen.
Pero desde la noche algo se había detenido. Lo sabías, pero no hiciste caso y saliste como todos los días.
Caminaste por la calle, dejando pasar a las personas hasta perderlas a tu espalda en un vertiginoso olvido. En la esquina un auto frenó a centímetros de tus piernas, balbuceaste algo hacia el suelo, molesto de que traten de parar tus pasos, cegar tu camino.
Al tocar la puerta, salió ella y se saludaron como siempre; obviando las molestias de la noche anterior se perdonaron por última vez, se besaron. Prometieron que no se volvería a repetir nada de lo sucedido. Juraron todo. Porque siempre son los demás los que mueren.
Ya se hacía de noche, y le dijiste que debías partir. Recogiste la bicicleta, que seguía esperando ahí desde ayer. Porque todo azar es premeditado.
La eterna calle recorría tus pasos seguidos en la mañana. Posiblemente ibas distraído en el olvido que te producían las luces al final de la calle, cuando la luz llegó repentinamente a tu cuerpo.
El impacto fue tan violento, tan decidor. Porque toda muerte es deseada.
Pero desde la noche algo se había detenido. Lo sabías, pero no hiciste caso y saliste como todos los días.
Caminaste por la calle, dejando pasar a las personas hasta perderlas a tu espalda en un vertiginoso olvido. En la esquina un auto frenó a centímetros de tus piernas, balbuceaste algo hacia el suelo, molesto de que traten de parar tus pasos, cegar tu camino.
Al tocar la puerta, salió ella y se saludaron como siempre; obviando las molestias de la noche anterior se perdonaron por última vez, se besaron. Prometieron que no se volvería a repetir nada de lo sucedido. Juraron todo. Porque siempre son los demás los que mueren.
Ya se hacía de noche, y le dijiste que debías partir. Recogiste la bicicleta, que seguía esperando ahí desde ayer. Porque todo azar es premeditado.
La eterna calle recorría tus pasos seguidos en la mañana. Posiblemente ibas distraído en el olvido que te producían las luces al final de la calle, cuando la luz llegó repentinamente a tu cuerpo.
El impacto fue tan violento, tan decidor. Porque toda muerte es deseada.
Autor: Ulises Riquelme
2 comentarios:
Impactante micro. Lleno de frases-sentencia. Como la última: "porque toda muerte es deseada".
Para pensar.
Fuertísimo en todos los aspectos...y muy doliente micro relato Ulises. Genial.
Besos
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