Sé de tus pezones, duros, tersos,
erizadas lumbres que me queman la piel cuando me rozan.
Vocablos de versos que en mi boca se hacen salvajes fresas,
dulces cerezas en medio de las sábanas
que en mis labios saben perecer.
Sé de beber de tu sexo la pócima que envuelve tus gemidos.
La lluvia se hace paloma entregada a mí.
Sé de todo lo que crea en ti estremecimiento
y el pequeño dolor del placer extremo
en el que durante unos segundos no eres más que un junco al viento.
Un vendaval de muerte me arrecia el alma
mientras tus manos se dejan de mi
y tus recodos sencillamente se adormecen,
y ya no soy tu héroe
ni el divino macho que te excita hasta la extenuación de la carne,
sólo soy un hombre devorado por el deseo de tu cuerpo,
el que abrazado a tu vientre oye el mar,
palpita en la selva oscura de tus demonios,
ya no escucha de tu voz el sonido del gorjeo de los pájaros
y se hace esclavo de tu sombra cuando en la noche le das la espalda.
F
8 comentarios:
Bendita sabiduría la tuya.
Besos.
"... el que abrazado a tu vientre oye el mar..."
Este verso es un poema entero. ¡Es pura poesía!
Un abrazo
Energías renovadas, insaciable..., Monzón te sentó bien.
Es dulce, sensual, excitante... es precioso.
Besos.
uiiiisss Fernando, ya quisieran muchos. Un beso.
Fuerte atracción... dependencia.
Un abrazo amigo. Marea@
Cara y cruz del deseo. Pero ese verso final no suena nada mal, aunque también tiene su cruz cuando amanece. Y así continuamente.
Me lo he pasado muy bien leyendo este poema, se me ponía "el corazón contento",como dice la canción.
Beso fuerte
Como Noray, me quedo con el sonido del mar.
Versos extraordinarios, amigo mìo. Abrazos.
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