No esperaba su visita, pero le atendió con elegancia. Después de todo eran amigos de los de toda la vida. Compartieron largas horas de infancia; primaveras, parques, y hasta caramelos con sabor a coca-cola. Cuando estaban juntos dividían el dolor de sus caídas y sus carcajadas multiplicaban por dos el eco de sus risas. Ganaron amigos al mismo ritmo que pasaban los años y el grupo permaneció unido más allá de la adolescencia. Entre juegos y bromas surgieron las primeras e inocentes miradas. Ella siempre estuvo por él y no disimulaba su temprana pasión. Él se fortalecía esquivando sus miradas, pero nunca se detuvo a ver el color de sus ojos ni el ritmo acelerado de su corazón.
Se saludaron con emotivo entusiasmo y al calor de una taza de café llenaron los vacíos sobre vidas, ahora ajenas, de amigos que compartieron ese tiempo en común. Fue una tarde con sabor a recuerdos. Era de esperar que él guardase en su memoria el color de los ojos de algunas amigas, que ya en la ciudad, compartieron piso con ella. El mismo que todavía ocupaba.
Después de poner el presente al día, él cogió su mano con cierto aire melancólico, y atravesó con sus ojos por vez primera el color ámbar de su mirada. Y una frase impregnó el aire en el mismo instante que asomaban los posos del café “tengo la sensación de que he perdido el tren más importante de mi vida, le dijo”. Ella procuró aparentar que no había entendido la verdadera naturaleza de sus palabras. Soltó la taza de café. Separó su mano con sutileza mientras una leve sonrisa se escapaba de sus labios y con gracia contestó: “es una suerte que ahora pasen trenes cada media hora”. Hubo un segundo de silencio, pero él enseguida reaccionó “Sí, es una suerte, soltó un profundo suspiro y le devolvió la sonrisa, tendré que darme prisa si no quiero perder el próximo”, le dijo.
Cuando se despidieron él todavía sonreía y ella cerró la puerta antes de que el ascensor abriera las suyas. Retiró con suavidad las blancas cortinas del salón, se asomó por la ventana, y esperó a ver como se alejaba en su coche. Siempre le gustó verlo sonreír. Para qué decirle que era feliz con Mario y que esperaba su primer hijo.
Doberka
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7 comentarios:
Muy romántica, humana, tibia y espiritual, tu historia, doberka.
Cada uno escribe como es.
Me ha encantado. El final genial, y real, como la vida misma.
Besos,
M
Mama yo ya la leí y ya sabes mi ópinion a mi personalmente me gusto mucho, ádemas me hizo pensar...muchos dirán que siendo tu hija que voy a decir pero no es asi, soy la primera que critica jeje.Besoooos y sigue con tu inspiración...artista!!!
Está muy bien estructurado el relato, además el tema me ha encantado, felicitaciones Doberka.
Cuando la amistad es lo primero hay que cuidarlo de todo aun del amor.
Abrazos
Felicidades Doberka. Me ha encantado... Es tan distinto de lo que uno espera...
Muy bien llevada la historia. Casi siempre es demasiado tarde cuando se aprecia lo que no se valoró. Se disculpa por la inexperiencia, lo importante es aprender.
Abrazos
Alba
Y es que pueden pasar muchos trenes, pero los que se han ido...esos ya no.
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