I
Volver un domingo.
La piedra mojada.
El café negro
en la cocina blanca de mi abuela.
Aromas indelebles.
Los besos de aquel hombre
cuando me equivoqué.
Más besos, más errores.
Caros aromas indelebles.
II
Las puntas de mis rodillas
dejan su huella
en la arena.
Mi ombligo gemelo de una pequeña duna.
El calor toca con sus dedos
otras puntas de mi piel.
La sal marca el camino
que debe recorrer tu lengua.
III
Visto de almizcle, nardo,
romero y albahaca.
Recojo perfumes de mis viajes. Colores.
Desprendo los velos ebrios de aire
a mi paso.
Busco el aroma vacío color plata
vacía.
Las otras narices, mis testigos.
Narices vibrantes, promesas
ocultas, insolentes perfiles
de su secreto.
IV
Mi pelo conoce las estaciones
mejor que mis pies.
Hundo mis dedos
en su selva
para saber si llueve, si hace frío,
si es Agosto
o de noche.
Después se lo digo a mis pies.
Ellos no han aprendido
a tocar por fuera de los zapatos.
V
La noche tiene textura acartonada.
La mañana es de tacto liviano,
el resto del día verjurado
de medio gramaje,
si verde, al envés de la mano suave,
si gris, al dedo tosco,
si rojo, a la mejilla ardiente.
Los domingos y festivos son
casi siempre, delgados.
Poema de
Magdalena LasalaFotografía
aquí
5 comentarios:
Preciosas evocaciones.
Da gusto recordar así con Magdalena Lasala.
Un abrazo
Sorprendente que sea cosa de dios el modo en que vomita el diablo.
Espléndido poema.
Un abrazo.
Grandes sensaciones se desprenden de estos hermosos poemas.
Gracias y besos para Magdalena y para ti, Fernando.
(He eliminado el comentario anterior por que, al parecer, hoy he amanecido con ánimo para cambiar los nombres, je,je,je. Perdona, Magdalena, ha sido un lapsus bastante típico en mi).
Más besos.
Más besos, más errores.
Caros aromas indelebles.
Recordar así es maravilloso.
Un abrazo
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