La poesía es un arma que se dispara sola como el amor de un loco

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lunes, 1 de mayo de 2017

Ha girado el viento








Ha girado el viento,
trae en la noche la humedad del mar:
Tu cuerpo y el mío
son presos anónimos del deseo,
hay una branza que sin saberlo nos ata
y nos libera el uno con el otro.
Pero llegará la tormenta,
sus caballos dejarán en nuestra piel
la ansiedad de tenernos,
ese morir en el naufragio
hasta que el silencio sea nuestro.




f.



Mis manos sucias mantienen un pulso con tu blancura









Mis manos sucias mantienen un pulso con tu blancura.
Dejarte impregnada del aroma de las flores rojas
romperá ese hechizo de nieve,
esa estancia de nube en que palpitas.
No creo en el amor y menos cuando estoy ebrio o colocado…
tan solo tus labios saben a recuerdos
y tu cuerpo al tocarlo se resquebraja
como un árbol partido por un rayo.
Ven, has dejado fuego en tus huellas,
yo solo soy un perro de la noche,
el de esta noche y tú hueles a vainilla y canela
demasiado para estas noches de luto
en que cualquier fragancia rompe los moldes.
¿Ves? ahora eres tú quien merece la pena.



f.





Cúbreme de nuevo con tus manos








Cúbreme de nuevo con tus manos,

esos dedos pequeños, esos dedos fríos.

Tiembla en el dintel de la puerta

cuando entres a mi cuarto y sepas ser lo oscuro,

la umbría y el desierto,

mientras yo traigo a tu cuerpo

las rosas y el aroma del romero.

Entra y que tus huellas sean pasto de las llamas,

que la maleza te cubra,

que suba la marea hasta tus rodillas,

la humedad imprecisa del asalto.

Álzate desnuda de nuevo en mi cama,

sin sábanas, sin nada,

solo tapada con el ardiente calor de mi mirada.





f.




Andar sobre el filo de lo inolvidable









Andar sobre el filo de lo inolvidable,
un quehacer de hojas que cortan el aliento.
Rehacer después de la lluvia todas las preguntas.
Volver atrás, sumar de dos en dos las cosas pequeñas.
Contemplar el silencio, el viento, las sombras,
tu imagen en el agua, las nubes redimidas por el azar.
Hay días que solo saben posarse sobre tu espalda,
susurrarte al oído las viejas canciones,
blandir una espada y a golpes deshacer la maleza.



f.

No hay perdón







No hay perdón, ni siquiera el ábaco de las maldiciones ha guardado los guarismos donde permitirnos el reposo. No, solo existe un cielo demoledor, un caer de nubes sobre nosotros como brisa húmeda y encendida que no nos perdona. Empapado de luz soy la sombra que se oculta detrás de las palabras, el vestigio del silencio corre por mis venas, un pequeño alacrán que se hace inaccesible y que quiere llegar a mi corazón para envenenarme con su suero de misterio...sin más no puedo más que contemplar como se desvanecen los astros en la claridad del día y como impregnado de esta fiebre soy un árbol seco entre la arena, una reminiscencia Zen en medio del bosque.




f.






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