Puedo devorarte en un portal,
amarte en un baño de bar
junto a las cajas de cervezas vacías,
dentro de un coche en lo oscuro
o entregados en una cama de motel,
no importa el sitio,
lo único será lo que tendremos…
el uno al otro y el mundo parado.
La poesía es un arma que se dispara sola como el amor de un loco
Puedo devorarte en un portal,
amarte en un baño de bar
junto a las cajas de cervezas vacías,
dentro de un coche en lo oscuro
o entregados en una cama de motel,
no importa el sitio,
lo único será lo que tendremos…
el uno al otro y el mundo parado.
Servirse del día y de la noche,
arrumbado la parte noble de todas las caricias.
Delatar lo impuesto, lo penado.
Cabalgar en las olas de la ira.
Penetrar profundo en el alma humana
y allí sembrar de hojarasca todo lo que duele.
Sonreír en la utopía,
en lo bucólico dejar plantado el cisma.
Verter veneno en las aguas puras.
Servirse del recodo, lo corto, lo tangible.
Cepillarse las aristas de toda virtud,
siendo amoral, apolítico, algébrico de todo.
Templar la piel,
devorar la carne,
atormentar al diablo que cocina
y desdeñar toda posibilidad de martirio.
Morir en rockanroll,
musicando lo burdo o el deterioro.
Beberse un bar.
Fumarse la aprensión.
Deshacer lo andado,
lo que siempre pensaste que era bueno.
Escupir en cualquier dios que te fusila,
en todo lo que te fustiga o te amenaza.
Oír al aire bendecir la muerte,
escaparse siempre.
Tener siempre al fin y al cabo billetes de ida y vuelta.
F
Y así como soy yo cambio la tarde,
se hizo tenaz y dura en su presagio
como si todo lo que yo mirará
tuviera que morir en mi tristeza.
F
Presentación de Toda la Luz del Mundo de Ángel Guinda
versión Minimal Love Poems traducidos a todas las lenguas europeas.
Será en la Biblioteca de Aragón (Doctor Cerrada) el jueves 20 de Noviembre a las 19:30h
Además del autor Ángel Guinda y la editora Trinidad Ruiz Marcellán presentarán el acto Manuel Martínez Forega, Ana Muñoz, Carmen Ruiz y Octavio Gómez Milián.
Actuaciones de Jose Antonio Labordeta, María José Hernández y Luigi Maráez
y proyección de Toda la luz del mundo de Leónidas Martín Saura
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A la misma hora, el mismo día, pero en la FNAC, Miguel Mena presenta "Piedad" (Xordica). Junto a él andará el sabio José Luis Melero.
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Un poco más tarde, a las 21.00, habrá una lectur de verSOS SOStenibles de Isla Correyero, Eva Vaz, Miriam Reyes, Roxana Popelka, Carmen Beltrán Faces y Alejando Pastor. Pondrán las voces: Paula Martínez, Francis Bayo, Eleva Val, Patricia Vidal y Javier López. La música Dj Tical (colectivo Manzanas Traigo) y será en El Pequeño Teatro de los Libros, la nueva librería del barrio de Las Fuentes.
jo...para ser varios a la vez o elegir...
Soy de lo preciso su margen,
la línea que crea el horizonte entre dos preguntas,
la insatisfacción de la lluvia,
un largo silencio sin mediar motivo,
el imposible propósito de enmienda,
el saberse uno fuego de la noche y calma al amanecer,
las manos unidas frente a un nuevo fracaso,
la inútil extinción de los recuerdos,
la hiedra de un jardín de invierno,
el penúltimo beso,
lo ardiente de un hielo,
lo quebradizo de una mirada,
la ternura de unas hojas muertas,
la desazón de los domingos por la tarde,
el ir y venir de una bandera sujeta a la razón del mástil,
cada una de las lágrimas que dejo en las palabras,
la sangre en los nudillos al golpear una puerta,
el arrebol de un crepúsculo interminable,
la parte posterior de un adiós, su sombra,
la insalvable oquedad de una ausencia,
cada una de las veces que te pienso,
el perdedor y su botín de tristeza...
soy noviembre cruzando la avenida.
(no es exactamente la segunda parte...pero duele)
F
Sólo puedo ser lo rojo que matiza el viento,
esa parte de lluvia que nunca se acaba,
el resplandor de un silencio,
en la piel lo sustantivo y húmedo,
lo inconcreto de una mirada pérdida,
la parte sentida de una respiración,
la ternura empañada por el vaho en el cristal del frío,
un copo de nieve y su instante de lucidez,
la nube que nunca acaba de derramar su tristeza,
una voz en los puentes,
el desafío de esperar,
los surcos de una mano,
el dolor del tiempo,
la ira, el llanto,
una lágrima sin esperanza,
lo fugaz e inabarcable,
el acaso, su huella, lo humano.
Despierto en ti en el azogue de la noche,
cubro con mis manos tus pechos
mientras respiras de mi voz
lo sagrado de un aceite dulce.
Eres un océano lechoso
donde saciar todas las preguntas.
Tú y yo cabemos en un grano de arena,
escondidos del mundo y su palabra.
Desierto calmado de contemplaciones,
ya nadie sabe donde esta la luna
aunque brille en el cielo
deshaciendo lo nocturno.
Ahora el sueño es una cábala
en la que los dedos, sus yemas,
trafican con el certero verso
que todavía nos alumbra.
Has de tener el silencio,
la mano húmeda,
el rigor de la brisa,
el valor de una ausencia,
la tormenta, su llanto,
el oxido de una mirada,
el quehacer de las hormigas,
el precio de un beso,
la cadencia de la noche,
la nieve, sus copos en la piel del corazón,
el temor de la huida,
el vacío esperándote,
la solitaria sombra del humo,
el chasquido de tus pasos,
el café solo,
el abandono,
la canción que te duele,
el armisticio de unas manos,
un conjunto de días que hieren como lágrimas,
el fuego derretido de una vela,
su suplente,
un amor por horas,
un quejido hondo y preciso,
ese largo y estrecho sendero de la soledad.
F
F
Cuando me ames
sométeme al paso de tu mano,
deshaz todos los tiempos,
para el mundo,
desnuda el cielo,
empápame de lluvia,
sé el eco y su lamento,
la luz de los faros,
el color de la caricia,
el zumbido de las abejas,
la caída de las hojas,
la brisa delatora,
el olor del océano,
el rojo incesante del desierto,
los muelles y su vértigo,
el último tren nocturno,
lo lóbrego y saciable.
Incendia el desván de las palabras,
hazme callar
escondido como un gato en tu regazo...
F
Revierto el orden:
La luz es una fragata
que tiembla entre tus muslos.
No es el hacerme tuyo
el final de una demolición.
Débil como la palabra
soy perenne,
porque no existo en la ceniza de tu memoria
y sí en el acaso de tu piel y tu deseo.
Puedo ser el viento,
el vaho caliente
que hace gotas de ámbar
alrededor de tus gemidos,
o sólo ese desdén
que a veces prende en tu risa,
aunque yo sé ver
como una llamada precisa,
el dolor de una lágrima tuya
o ese silencio marino
con el que me desnudas.
He ido al bosque.
Los árboles, perezosos,
jugaban con la escarcha.
El viento era una brisa fría
y el silencio sólo lo rompía
algún diminuto pájaro.
Las nubes eran blancas,
las hojas empezaban
a sembrar el mullido suelo
con sus colores amarillos y terrosos...
Me gustaría poder quedarme inmóvil,
ser una roca en mitad de un claro,
ver pasar la eternidad
como si no me importará
más que el paso del tiempo
en las dimensiones del universo
y no este cuerpo pequeño y débil
que apenas se estremece
con unas gotas de lluvia,
un relámpago,
un canto de pájaro
o un crepúsculo.
Seré la fugacidad que tu dolor reclama,
un grano de polvo entre tus ojos,
la lágrima suicida,
el rayo azulado y lejano,
la luna entre montañas,
el vuelo nocturno de un pájaro,
el faro alumbrando la niebla,
una mano y su caricia tibia,
un beso rozado entre los labios,
el trago de vino tinto,
esa palabra,
aquel silencio,
un pequeño rincón...
nada que enturbie,
nada que estremezca.
Despedida II
Huyo de mis palabras, las que te dije y después de eso,
de dártelas, se convirtieron en nuestras palabras. Huyo
de los besos que me diste y de tus abrazos y soy capaz de
contarlos porque son tan pocos que casi nadie que lo
supiera lo terminaría creyendo. Huyo de eso, ahora que
he vuelto a Zeta y el teléfono suena y los que llaman no
son agradables o lo son, pero no eres tú la que llama, con
lo cual la diferencia es prácticamente nula. Hay cartas de
mis amigos, cartas de ayer, de ayer y de hace un mes, porque
los días se están esfumando, ya no son larguísimos días
esperando que vuelvas, no, son días que ya no tienen
demasiado sentido y se apagan y se deshacen y vuelvo a
sentirme asustado por los huecos que me has dejado en
todo el cuerpo, en toda la habitación, en mi vida. Huyo
de tu ausencia y noto que ya ha empezado a alcanzarme.
Foto de la presentación del libro de Octavio "Ciudad de mármol"
cogida de su blog.
Sabe el dolor del gusto de tu mano.
He cubierto de nieve cada rincón del tiempo
y encendido el cielo con rojos crepúsculos de olvido.
Ahora que sólo eres la lluvia,
ese fragor de luces en los cerros,
una habitación sin más luz que tu deseo
y el silencio habitando las sábanas,
puedo demorar entre mis dedos
el cadencioso andar de tu cintura,
y subrayar en las palabras mi voz
como si para todas las pérdidas
que me ha arrebatado la vida
tuviera una canción,
unas flores,
unos versos.
F