No sé qué tienen estas horas del amanecer,
cuando es posible que ya te hayas ido
deslumbrada por la noche y el silencio,
y cuando todavía la luz
no ha empezado aún a deshacer las sombras.
Y, sin embargo, siento como mío el lento recorrido de la soledad,
la innata y fría sensación que deja un naufragio.
No te preocupes, es un dolor que solo me mata poco a poco,
me obliga a enumerar todas las mentiras que te guardo,
una pequeña letanía de contradicciones que viven conmigo.
Solo tienen el valor de un aguacero en mitad del desierto,
pero me empapan sin remedio hasta los huesos
sin poder refugiarme en mi renombrada y pertinaz ironía.
f.
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