Presentación del poemario A plena Luz por María Ángeles Naval Profesora titular del Departamento de Filología Española,
Area de Literatura Española en Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza.
17/10/2017
Buenas tardes. Nos reunimos aquí, A plena luz, para celebrar un éxito. El éxito personal de Fernando Sarría.
Hace aproximadamente nueve años comenzó su vida de escritor Fernando Sarría, Licenciado en Historia del Arte, licenciado con grado, pues elaboró una tesina dedicada a la escultura de los retablos renacentistas de los pueblos aragoneses, entonces bastante desconocidos. Eran los años de la puesta en marcha del Estado Cultural autonómico con el primer gobierno socialista. Eran los ochenta. Fernando trabajaba y estudió la carrera en el muy democrático entonces y recién creado grupo nocturno de la Facultad de Letras. Trabajaba, estudiaba y militaba en Comisiones Obreras. De ahí creo que le viene a Fernando un sentido muy certero de lo que es hacer política. Creo que la política es la segunda pasión de Fernando después de la poesía. El fútbol, también, pero lo está dejando, “se está quitando”, como se dice, y lo tiene bajo control.
Los avatares de la empresa para la que trabajaba y, sin duda, un instinto y una fuerza personal poco comunes, hicieron que Fernando Sarría comenzara su vida de empresario en el sector del hierro y las forjas industriales como comercializador mayorista, primero en Zaragoza y después en otros emplazamientos nacionales. La empresa TEMAR constituyó también su entramado empresarial y creció notablemente hasta la última crisis.
Cuando nuestro licenciado en arte y empresario de éxito iba a frisar la cincuentena decidió que quería emprender un camino vital más íntimo un camino en otra parte, en un lugar que fuera inaccesible, un proyecto vital en ninguna parte. Empezó a construirse una realidad paralela –una doble vida en varios planos que tenían como soporte la escritura y las nuevas tecnologías. Se hizo bloguero y empezó a llevar su doble vida. Como buen experto en ventas, puso en marcha un objetivo de expansión a corto plazo: publicar un libro al cumplir los cincuenta. Un libro como primer paso, primera pieza irrefutable, para la expansión personal, para convertirse en un escritor y en una presencia cultural en la vida literaria zaragozana. A través de la Asociación Aragonesa de Escritores Fernando ha idoconstruyendo una red de actividades, de relaciones, de lecturas, de encuentros de la que nos hemos beneficiado todos y todas. Quiero recordar que la Asociación Aragonesa de Escritores, que ha sido el soporte institucional de la trayectoria de Fernando, el segundo pilar –el primero han sido los libros, los 12 libros antologados en A plena luz- desde el que se ha
construido el poeta que nos reúne hoy. Quiero recordar, decía, que la AAE fue el proyecto de un Viceconsejero socialista, Juanjo Vázquez, y de un escritor bien conocido como tal y como promotor cultural en Aragón, Ramón Acín, para hacer saltar a la literatura aragonesa de los estrechos márgenes de los grupos que venían definiendo las jerarquías de influencia literaria en Aragón desde los años de la Transición. La AAE vino a ampliar los sectores de población aragonesa que tenían derecho a influir en la vida literaria, a intervenir en la vida cultural. Sin duda cuando hablamos del buen momento poético que vive la ciudad estamos hablando de esta apertura y de este ensanchamiento. Las lecturas de poemas constantes en la extinta Campana de los Perdidos, ahora en la Bóveda, los Slam de Adrián Flor, las Noches de Poemia… -y no voy a seguir enumerando porque acabaría dejándome a muchos- son herederos de esta apertura a la que me refiero y por la que Fernando ha trabajado de una manera que hay que reconocerle desde ya y en adelante.
Pero a los poetas les gusta que se hable de sus libros así que quiero enhebrar lo que vengo diciendo con un aspecto de la poesía de Sarría. Fernando es un gran lector de poesía, es un consumidor de poesía y Fernando da a la poesía un uso cotidiano. La necesidad de la poesía se hace evidente en la obra de Fernando Sarría. Cuando digo “necesidad de la “poesía” no me refiero a un concepto filosófico de la necesidad. Me refiero a algo más relevante y más común: la necesidad diaria de la poesía; el uso y abuso diario de la poesía como adicción o como lenitivo; como medicina o como perfume; como acompañamiento o como línea melódica dominante.
Ahí está Fernado Sarría con una escritura más que abundante en su página de Facebook; con la publicación exuberante de poemas propios o ajenos en diferentes blogs; con esa forma de escribir constante, de estar siempre escribiendo poesía, o algo que se aproxima a la poesía, o algo que nos recuerda que hay una forma de estar en algunas horas del día o de la noche que solo se materializa como es debido a través de esas líneas que identificamos como poesía. Fernando al otro lado de su pantalla del ordenador nos recuerda que nos gusta ponernos en modo “poesía” en muchos momentos del día, de hecho, en cualquier momento del día. La superabundancia de la escritura de Fernando tiene que ver con un consumo desordenado de poesía ya sea leyendo a los clásicos, a Borges, a Juarroz, leyendo y publicando a los contemporáneos o escribiendo desordenada y apasionadamente. Creo que la figura de Fernando Sarría representa un hecho del que no somos muy conscientes: somos usuarios, consumidores de poesía y la poesía forma parte extensa de nuestras vidas –no solo forma parte intensa, es decir en algunos momentos, a través de textos canónicos que sirven a la colectividad y representan grados de excelencia reconocidos por una tradición cultural. No usamos la poesía solo por el significado que le damos en las aulas y en los libros de bachillerato.
La obra de Fernando Sarría hace de la poesía el pan nuestro de cada día. Y no la saca solo de Borges o de Neruda. La saca de toda la música pop que lleva en el corazón y de los bares zaragozanos en que se escuchó esa música y de los viajes que ha hecho por Europa como estudiante pobre o como empresario experto en Historia del Arte. También obtiene su poesía de una historia oscura de niño español y huérfano de posguerra, de niño de pueblo, de superviviente urbano, de una historia que compartimos los que nacimos en España hace ya algunos años.
He dicho que la poesía en Fernando Sarría es poesía «de diario», irregular y constante. Es un repertorio de estados de ánimo que identificamos fácilmente y que gastamos en los segundos que duran las hileras de letras en la pantalla. En una palabra, la poesía de Fernando constituye una manifestación absolutamente actualizada y actual de la poesía popular. Si no hay poesía popular, la poesía se muere. Pero este sería otro tema.
Lo que acabo de decir configura el aspecto más evidente de la obra de Sarría y en esta antología se aprecia. El lector encuentra la convivencia de modos líricos heteróclitos y heterogéneos; la asimilación de poéticas que se activan según conveniencia del autor y de manera siempre reconociblecomo poesía para el lector: la poética más romántica del nocturno y los pájaros, el poeta-pájaro, el ruiseñor de Keats; la poética del silencio; la poética hardcore del rock de los bares de finales de los 70; el paisaje y los ritmos del día y la noche; las estaciones; pero sobre todo el día y la noche; las horas, el paso del tiempo; el mar de Calafell, los barcos, el verano, la
partida; y el peso de la cultura, de los monumentos escultóricos y arquitectónicos de la humanidad siempre lacerando al poético turista que somos, que fuimos, que queremos ser.
Fernando nos pone todos los días al alcance de la mano -de los ojos y el ratón- una mentira útil, la que exhibe en esta antología A plena luz, mentira condensada para esa doble vida que llevamos todos los días. La doble vida que Fernando construye A plena luz.
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