Prescindo de lo aleatorio
y escucho la simple llamada del mirlo.
No es la noche
la que trae la oscuridad,
ella arde
como todo lo imposible,
llama lacerada
en el grueso y perpetuo silencio,
y ni siquiera los desiertos
más olvidados
tienen arena suficiente
para deshacer el tiempo,
cuando las tormentas
se abandonan
al vaivén del aire.
f.
Foto de Eliseo Gutiérrez
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