Crece la sombra y todos la llamamos noche
como si la tarde no tuviera un cuerpo donde desperezarse.
No perdonamos, nunca dejamos que el viento se haga solo de aire,
ha de llevar la simiente roja de cada pensamiento,
el quehacer de la ira, el deseo,
la muerte como una mano sin lumbre.
Desaparece el fulgor y la tormenta,
deja solo, como la nieve entre las flores,
el perdón sin nombre,
unas copas de aguardiente de más,
la dulce esperanza del sueño.
Cogeré un taxi al anochecer,
escucharé las pocas frases que me unen con la vida,
las que forman raíces que cada hombre trae de su niñez,
agua removida por la palabra y el recuerdo,
pero nada tan trascendente que me haga deshacer los nudos del tiempo,
aunque ya no tenga grandes cosas que decir
y sea tan oscuro como lo va a ser una noche de luna nueva,
mi silencio tiene el mismo precio que cada uno de mis poemas.
f.
No hay comentarios:
Publicar un comentario