Arranqué el manzano,
un manzano de flores pequeñas rosas y blancas
que solo me traía ese dulce dolor que da la primavera.
Tiemblo ante las rosas, me susurran versos
mientras se abren fragantes a la tarde,
pronto dejarán de ser la luz roja y noble entre la hiedra,
y en el suelo, sus murmullos de pétalos caídos,
extenuadas sílabas al viento,
me volverán a arrimar a la orilla oscura
donde siempre me espera certera la tristeza.
f.
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