Te has ido después de la noche
y me has dejado solo en la triste habitación
con vistas a un patio interior oscuro y sucio.
Desnudo y respirando todavía de tu aroma,
en medio de la cama me he sentido un náufrago.
Aún están calientes,
casi húmedas, las sábanas de los dos,
y mi deseo ha quedado agazapado en tu nombre,
entre las sílabas y el sabor de tu boca.
Ahora parece que soy
un gato abandonado al amanecer,
aunque me queda una verdad,
la que con tu lápiz de labios
has dibujado en mi ropa interior…
medio corazón y un número de teléfono.
f.
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