Cada amanecer me recorre un escalofrío.
Debo asumir que nada que sea mortal me ha sido nunca ajeno
aunque mi voz a veces suene como la de un oráculo
que pontifica sobre las líneas de la vida
y el ir y venir silencioso de las nubes.
No tengo más identidad que cuatro palabras
-- unos versos sueltos, algún poema --,
más mundo que mi mirada inquieta
y ciertos viajes de memoria,
el devenir de una vida en crisis pero simple
y ciertas historias de amor, amistad y olvido.
f.
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