Después vino la luz...sin esperarla,
como llegan siempre las cosas
que han de dejarte marcado el corazón.
Escucho ensimismado la caída de la lluvia
como si fueran las notas de una romanza de otoño,
mientras todo lo que me habita descansa de mí,
y ya no sé si escribir sobre esta agua,
con mis dedos mojados en ella,
porque engloba con sus nubes el finito espacio en que vivo,
y dejar allí, sobre sus gotas,
con mi tinta indeleble, unos versos muertos.
o abrir un hilo de sangre
para diluirme en el ciego y oscuro transcurrir del amanecer.
No hay signos que delaten la urgencia,
solo la costumbre de vivir me alberga en medio de este silencio.
No hay deudas...todo lo que me aísla es mío,
por ello he pagado un alto precio.
f.
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