He oído la campana de la nieve, he visto el hongo de la pureza, he creado el olvido.
Antonio Gamoneda
Nos recorrernos como dos esclavos llamados al fuego.
Tenemos la constancia de la ceguera,
lo palpable de una anatomía a otra,
ese instante de inquietud por la llegada siempre del invierno.
Mis manos son de nieve,
tu voz una campana que tañe
mientras tiemblan en tu espalda
como una tarde quebrada de silencios.
Solo hay dos pasos entre tus palabras y la arena,
un humus de hojas que se humedecen por la lluvia.
Sin dolor sostienes un grito, un gemido,
sabes descifrar la holgura de la distancia...
Yo te pienso.
Respiro el atardecer.
Contemplo como los últimos pájaros
se van llevando la luz que guardo de ti.
f.
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