Los pasos perdidos son una estación sin tiempo.
Pude escuchar el eco de cada uno de ellos
cuando subía los peldaños de la Galería de los Uffizi,
una gran escalera de mármol
que conduce inevitablemente a la melancolía.
Hay en la luz nítida del cielo de Florencia
la esencia que enmarca esta ciudad orgullosa.
Mirando el Arno
brota para mí un momento de silencio,
cuando el río cruza los arcos del ponte Vecchio
y estoy rodeado por seres humanos que toman fotografías.
Mientras caminas a mi lado,
tus dedos juegan con los míos,
me miras de vez en cuando y sonríes,
sé que estás más pendiente
de cada trozo de la historia
que te sale al encuentro.
Sin embargo, guardas para mí en tu corazón,
una holgura de hojas secas
templadas por la brisa del mediodía,
casi sin saberlo,
me traes en la caricia de tus pequeñas manos,
el largo declive del verano.
f.
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