Debo hablar de Dios y no sé,
porque Dios tiene su calma y su sueño
y todas las palabras que yo diga
en el fondo se sostienen por Él.
Por eso, cualquier cosa que nombre,
tiene algo de Dios en sus sílabas,
sea un clavo, un cuchillo, un abrigo,
una escalera, una ventana, una rama de olivo.
Todo se sostiene con sus hilos,
porque en el fondo, al nombrar estas cosas,
sin saberlo, hablamos de Dios.
Desde siempre,
el hombre se crea su propio miedo,
todo lo que hace después,
es buscar una excusa curativa,
un ente que le de sombra a sus espaldas,
que le marque el camino
para llegar a un lugar - inexistente -
al otro lado de su miedo.
f.
PD. Yo guardo mi pequeña moneda para Caronte.
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