Iba a escribir un poema de amor,
de esos que tienen sílabas con aroma a romero
y se huelen las rosas frescas recién cortadas.
Pero he escuchado viejas melodías.
Sí, de las que duelen,
y he recordado que las palabras
siempre guardan sombras
que suelen esconderse debajo del hule de una mesa,
junto a los vasos vacíos de vino,
en los restos de una cena
o lo que es lo mismo,
de una cama deshecha...
He recordado que las palabras
saben golpear sobre el costado abierto a la noche.
Y mirando esa noche como se mira uno adentro,
uno que siempre guarda un poco de miedo al abismo,
solo me sale escribir de lo triste,
de lo pequeño, de todo lo que apenas vale nada...
y no es que guarde mis reproches para nadie,
no, si algo tengo de bueno es que no soy rencoroso...
La vida es siempre una suma de datos que acumulamos,
llenamos sin querer una biografía de decesos
en la que siempre nos reservamos un castillo lleno de fantasmas.
f.
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