Seré sin buscarlo el margen izquierdo del remolino,
la luz que esconde toda sombra cuando la brisa la humedece.
Mirarme dentro trae de lejos viajes inconclusos,
distancias donde solo hay raíles de hierro y viejas estaciones,
voces que culminan su eco debajo de luces amarillas,
las que habitan las calles de la noche,
las que tienen siempre cierto rencor amargo.
Desabotono mi camisa, cierro todas las ventanas,
desnudo, apenas percibo un poco de calor de esta noche oscura.
Debajo de las nubes hay una neblina sin nombre.
Habito las palabras, la hondura de las sílabas...
todavía queman los versos del insomnio.
f.
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