Rebusco en los puntos cardinales de mi anatomía, estos peldaños de agua que un soplo de viento los hará quedar en nada, arena sin más recuerdo en todo caso que lo anónimo de la huella de un solitario caminante.
Ahora el Norte es una estrella que solo tiene la luz de la eternidad, el silencio como dato evaluable, y que en los surcos de mis manos deja una luz de insomnio, un haz de preguntas que nunca sabré contestar…
Vuelvo al campo base donde todo cambia, yo no soy yo, ni siquiera me recuerdo, solo soy en el viento la brisa de una palabra, un nombre, que sin las sílabas que dan la vida, se diluye como esas nubes que desgarradas son solo jirones de humedad, y que nadie divisa en el último instante en que vuelven a no ser nada más que aire.
f.
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