¿Qué me dejó la última lluvia de abril, esta noche de duermevela, frío y frontera?
Empapado, casi desnudo, sin más permiso que la servidumbre de mirar a la oscuridad contemplando el misterio, sintiendo tantas pequeñas muertes venideras, las que te arrastran a diario mientras cae sobre ti la voracidad del tiempo, o llegando al fin a sentir el beso tibio de un ángel, del que sabes que se ha ido, cuando escuchas un lejano murmullo de alas.
f.
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