No encuentro esta tarde en las palabras
la línea quebrada donde se inscribe la vida.
Hundo mis manos en la tierra,
mis pies son raíz, son nubes,
aunque solo tengo fuego en los dedos,
escarcha en la mirada,
un dolor sin márgenes saeteando mi cuerpo.
Agoto las horas que todavía poseo,
las cartas marcadas de este juego no me dan más de si.
Voy a encender el ángaro nocturno,
la luz reveladora,
solo la noche cobijará la oscuridad,
la senda perfecta en que me muevo.
f.
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