Mis manos sucias mantienen un pulso con tu blancura.
Dejarte impregnada del aroma de las flores rojas
romperá ese hechizo de nieve,
esa estancia de nube en que palpitas.
No creo en el amor y menos cuando estoy ebrio o colocado…
tan solo tus labios saben a recuerdos
y tu cuerpo al tocarlo se resquebraja
como un árbol partido por un rayo.
Ven, has dejado fuego en tus huellas,
yo solo soy un perro de la noche,
el de esta noche y tú hueles a vainilla y canela
demasiado para estas noches de luto
en que cualquier fragancia rompe los moldes.
¿Ves? ahora eres tú quien merece la pena.
f.
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