El dolor siempre acude en singular
Chantal Maillard
Solo es un poco más adentro donde se siente.
Ya no es la piel que tiene sus marcas,
sus dedos, los que han bajado por su cuerpo
como sierpes reconociendo la selva
o el fragor de una boca sumida en el amparo de la noche,
mientras solo se escucha caer la lluvia
y el eco gutural de una marea.
El dolor tiene su propia senda en cada uno,
su estilete de lumbre.
Se hace de luces de neón que parpadean
y hélices que meten simientes de ortigas en la sangre.
Puedo distinguir cada latido,
saber de esas gotas que se abren paso
para irremediablemente derrumbarte
en medio de un próximo amanecer,
cuando ni tú ni yo sepamos dónde nos llevó el ocaso.
f.
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