Semejante a un sueño crece la hiedra desde abajo. Enraizada a la tierra se hace dueña de tus pies, tus muslos, tu senda de lumbre, tu vientre, tu pecho, tu cabeza… así y todo dudas de que ese quebrado tumulto de pájaros haya anidado en tu cuerpo… aunque tu corazón te hable quedo y murmure con voz gutural y de aguardiente las razones que te da ahora la hiedra para vivir.
f.
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