Me vuelco en el abismo como las hiedras caen por los balcones.
He sembrado de sílabas tu cuerpo, el aire, la noche.
Canto salmos, la luz vuelve detrás de los montes,
yo siento el paso, el roce de la serpiente.
Tengo una llaga abierta que recuerda todo lo que he vivido.
Escucho la voz germinal de los ancestros.
Los pájaros, el paso de las nubes...
Suena el timbal y el aroma del incienso impregna las calles.
Yo amo este inciso de silencio,
este morir transido de pequeñas emociones.
Sé que llega el aviso, el adviento, la urgencia de la palabra,
mientras abril se despereza como un gato hambriento
hurgando donde sabe que dejó su última huella.
f.
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