Cuando uno está perdido no hay lugar donde perderse,
ni siquiera el oblicuo horizonte
o el infinito de los astros te recoge.
Las islas son patrias sin nombre,
casi lo que te ha de dejar respirar
cuando contemplas el crepúsculo.
Yo he poblado de flores amarillas
tierras abandonadas por el hombre.
He leído como hay diez mil clases de saltamontes
y otros diez mil de sus hermanos los grillos...
y sigo sintiendo el ímpetu de niño de atraparlos a todos.
Es extraño resistirse a ceder al silencio
cuando uno sabe que crecer hacia dentro
es echar ramas más altas y frondosas...
ahora en mis manos crecen los cristales
y la sangre tiene el color rojo de la primera hora de la noche.
Voy vestido con una túnica del color de la vida,
mi piel es de luz y de sombra:
un camino lluvioso en soledad.
f.
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