Huele el día al aroma mortal que esparce abril.
La primavera desnuda su cuerpo sobre la tierra húmeda,
crecen las hojas de los árboles y nacen flores que tapizan de color el campo.
Hay agua en los arroyos y el monte se despereza sin el manto durmiente de la nieve.
Hay una nueva versión de todo lo que siento,
un nuevo y mortal cuchillo, una daga,
que sabe deshacer mi carne, mis músculos, mis tendones,
en renglones pequeños que sirven de amuleto...
mis palabras cobran su peaje
y me hacen sentir en ese instante el ser más simple que las lee.
Hay siempre una tormenta que adolece de mí,
un océano donde como astros sin rumbo navegan los albatros,
yo los contemplo marchar siguiendo el rumbo de lo que desconozco.
No sé dónde me he perdido, quizás tenga suficiente valor para gritar,
pero lo dudo, en mis manos guardo cierto veneno
que anuncia siempre un próximo silencio.
f.
No hay comentarios:
Publicar un comentario