Hay un final también donde nadie nos espera
como si todas las veces que he nombrado al mercurio
se hubieran juntado en mi cuerpo
para ser el veneno, el último alimento del corazón.
Demasiadas frases, demasiadas sílabas...
oscurece más tarde pero sigue siendo la noche
el lado más certero de mi costado izquierdo.
No siento el dolor, solo su recta línea,
el círculo perfecto, el rayo que no cesa.
Lo inagotable se sucede,
y sí, he escuchado los tambores del amanecer,
y he visto volar pájaros bajo un cielo azul con nubes blancas:
todo era hermoso ante la luz que hervía entre las hojas.
Yo sigo aquí contemplando los astros,
esperando alguna luz cegadora,
sabiendo que los designios ya están escritos
y te cortan con el filo de un cuchillo.
Llegan los augures, los bárbaros,
van a deshacer los puntos cardinales que sostienen una vida.
f.
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