Tengo demasiada muerte en el costado.
El silencio que trae la nieve.
Un frío que nombra el invierno.
Así y todo, mis manos hurgan en la hiedra.
Tienen el brío del auriga que urde la luz,
y que con sus mimbres crea las tormentas
y el ir y venir del aguacero…
Soy en abril el color del después,
la taza con los posos húmedos del azúcar,
la tela de araña que guarda la humedad del amanecer,
esas huellas en la arena que nunca sabemos adonde van.
f.
No hay comentarios:
Publicar un comentario