Presagio en la costumbre el fulgor del ansia.
Me he inundado de esa fuente de luz,
me quemo siempre entregado al fuego,
al quehacer único de una respiración.
No hay pausa, solo silencio,
un buril que hurga en la noche
y deshace con la pertinaz lentitud de la lluvia,
gota a gota muerde el corazón
y revisa todo lo que me habita.
La umbría tarda siempre en saciarse,
como un perro hambriento
busca hasta en los últimos huesos
el tuétano que me sostiene.
f.
Foto de SAMUEL ARANDA
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