No he sumado los restos, los pequeños olvidos,
las cosas inertes que marcan los días,
las sombras que habitan en el corazón.
Un gesto sencillo de las manos conduce lejos,
se queda aferrado a la memoria
cuando han dibujado ochos en tu cuerpo
y han abierto cauces de lluvia que se mecen en ti
como los vientos alisios se derraman en la costa.
Voy detrás de un tren de la noche sin destino,
su luz me resguarda de la oscuridad,
respiro el verano, ese aliento a canela y café
que se vence del costado de mi sueño,
mientras en mi espalda
han dejado las señales inequívocas del deseo.
f.
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