No soy la luz, tengo siempre mis manos tiznadas de oscuridad por recorrer esos largos pasillos donde todo es posible y el dolor deja marcas que nunca se olvidan.
Podré hablarte despacio, en voz baja, quizás sea un instante nuestro cuando el mundo se olvida de nosotros y solo somos dos caminos abiertos en un parque abandonado...sabrás que no todo lo que escribo es un salmo, ni siquiera tiene el valor de una letanía, me dejo arrastrar por el valor de los silencios y la única servidumbre que me queda que es escribir sobre lo que todavía se me hace incomprensible...la longitud del anochecer, la mano que acaricia, el quehacer de estas arañas que tejen en todos los rincones sus promesas.
f.
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