Un hombre sentado en el Agora conversa con otro.
Frente a frente dialogan sin reparos
mientras la mañana se deja llevar al mediodía.
Nadie que los ve intuye lo que puede ocasionar esta conversación.
Uno al otro no intenta convencerse,
no quieren ni vencedores ni vencidos,
simplemente, sin palabras que les lleven a la plegaria ni a la magia,
están poniendo las primeras bases del pensamiento de Occidente.
f.
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