¿Valió la pena descender a los infiernos
y entre tus manos sucias y las mías jugar a la ruleta rusa?
Escuchaba tu voz durmiendo,
un largo intervalo de palabras en morse,
desde tan lejos como era la distancia que nos cubría el deseo.
No eran de lluvia esas horas de invierno
y ni siquiera puedo recordar tu cuerpo
si no es en el dolor de ciertas cicatrices,
las que dejabas en lugar de las rosas cuando te marchabas.
Quizás el alcohol y ciertas sustancias
nunca me dieron pie a pensar que el amor
tenía nada que ver
con lo que a los dos nos unía
de una manera suicida.
f.
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