Todo lo que valgo cabe en mis manos:
arena, agua, sal...
No puedo valer más que unas monedas de cobre,
el símbolo marcado de la pobreza
y mis palabras son sucias
cuando recorren los arrabales de las viejas ciudades
y se juntan pegajosas a mí
entre prostíbulos y cantinas
esperando que el amanecer las absuelva.
Pregono mi maldición,
escribo detrás de las puertas de los urinarios
las razones que determinan mi ira,
aunque los borrachos piensan que son jeroglíficos
y las putas cuentas atrasadas que les debo.
Que sencillo es a veces disolverse entre tanta gente
que solo intenta sobrevivir a la noche.
f.
fotografía de Jiri Ruzek
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