No sé por qué a veces me abandono.
Olvido el cáliz donde depositar mi sed,
rehuyo los giros imprevistos del viento,
no escucho el trueno
ni busco al relámpago,
dejo mi cuerpo seco,
mirando fijamente caer la lluvia
desde la distancia en que nada me conmueve.
f.
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