No hay verdad oculta en la hiedra que gime en el viento,
este jardín se asoma a mí como a un acantilado
y sabe leerme desnudando todos lo secretos.
La humedad tiene hoy contornos de la infancia
y aguamaniles de tibia agua jabonosa
con aromas invisibles que permanecen vivos.
Prescindo de hablar del frío
porque el frío me habita desde niño
y me recorre por calles de adoquines
con olor a humeante pan y magdalenas
que todavía tienen el sabor dulce de lo previsible.
Hay años que perduran y cuestas que saben de ti
cada vez que te acercas,
tanto como nunca podrás imaginar tú de ellas.
La vida se dirime cada día,
la mía, toma su respiro en los pasillos del tiempo
y me trae golondrinas,
negras golondrinas de cerámica,
que se quedan inmóviles en la pared
buscándome en su recuerdo muerto.
Oigo de vez en cuando un teléfono
y suenan los pasos duros y firmes de las sombras
sobre las viejas baldosas,
contestan con voces conocidas
y saben que yo les escucho
cuando me piden siempre un poco más de luz.
f.
este jardín se asoma a mí como a un acantilado
y sabe leerme desnudando todos lo secretos.
La humedad tiene hoy contornos de la infancia
y aguamaniles de tibia agua jabonosa
con aromas invisibles que permanecen vivos.
Prescindo de hablar del frío
porque el frío me habita desde niño
y me recorre por calles de adoquines
con olor a humeante pan y magdalenas
que todavía tienen el sabor dulce de lo previsible.
Hay años que perduran y cuestas que saben de ti
cada vez que te acercas,
tanto como nunca podrás imaginar tú de ellas.
La vida se dirime cada día,
la mía, toma su respiro en los pasillos del tiempo
y me trae golondrinas,
negras golondrinas de cerámica,
que se quedan inmóviles en la pared
buscándome en su recuerdo muerto.
Oigo de vez en cuando un teléfono
y suenan los pasos duros y firmes de las sombras
sobre las viejas baldosas,
contestan con voces conocidas
y saben que yo les escucho
cuando me piden siempre un poco más de luz.
f.
foto de Francesc Catalá-Roca
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