Cuando nada resiste
y la urdimbre deshecha de las manos
deja escapar la sal y el azul de la noche.
Cuando es invierno
y notas caer los copos
directos al costado más débil de tu cuerpo,
con la lentitud que deja la nieve en la mirada,
sin huellas, sin eco, sin promesas...
te sabes, de nuevo, hijo de la soledad,
te reconoces en las palabras y en los gestos,
todo se vuelve diminuto, intrascendente,
nada tiene la importancia que iba a tener el amanecer.
f.
No hay comentarios:
Publicar un comentario