Alrededor la noche,
su inmensidad de pasillos,
brotes de astros entre los rastros de las nubes
y el silencio como un final de fiesta entre nosotros
cuando tus ojos eran de un fuego sin medida
y yo anudaba a mi respiración
tres o cuatro deseos de hacerte eterna
a ti y a la noche cercados por el mar.
Después sin saberlo dijimos tantas cosas,
nos redimimos porque todo era una verdad a medias,
el miedo nos trajo un corazón tiritando,
un tiempo tasado de labios y saliva,
ciertas palabras cortadas por un diamante
aunque los dedos, sus yemas,
anunciaban viajes y vuelo de pájaros.
Aún así el tren partió a su hora,
mientras que yo,
en la pequeña distancia de un par de latidos,
veía en tu espalda caer desde tus hombros
la hoja de un atlas con un recorrido de estrellas.
f.
1 comentario:
Que bonito!
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