No hay palabras o quizás sea ese lado voluptuoso del silencio, el que enseña tanto como calla, cuando detrás de nosotros hay otro que habla o canta al vernos, aunque sea un imperceptible murmullo de viento que siguen nuestros pasos al cruzar las avenidas, tomar un taxi o entrar en un café de la zona vieja. El amor no tiene concordancia con parámetros normales, da un punto de perplejidad, la sutil luz que imana, eso que llaman felicidad, puede ser un aroma que recorre contigo las calles y sostiene en tu cuerpo un peso de guirnaldas que los que lo ven sospechan y que quieren recordar como propio cuando siempre es distinto, diferente, e imposible de evaluar la profundidad y la densidad de la materia, ingrávida química de amantes, que deja quieto al mundo mientras dura el instante del encuentro.
f.
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