Después de la noche vino la verdadera noche,
esa esquina donde vencernos en mitad de las palabras.
Tan solo abrimos las manos
como alas de albatros en un vuelo rasante,
y se fueron detrás, con los dedos,
la lumbre y el olor del fuego.
Más tarde recogimos las cenizas…
el ovillo de las sábanas y las flores.
El naufragio nos trajo a una isla perdida
donde los recuerdos buscan todavía
el aroma de aquella noche.
f.
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