Como si ya no nos tuviéramos en las manos.
Desnudos de todo lo que fuimos.
Errantes, ebrios de soledad y de locura,
yendo y viniendo por carreteras secundarias
que te acercan al mar y a las playas nocturnas del amor y el sexo,
cuando la vorágine del viento nombra tu cuerpo
y es anhelo, deseo, frecuencia migratoria de aves,
silencio de planetas y astros solitarios,
un instante de lluvia, una noche terrible de tormenta.
Será entonces, cubierto por el vaho de otro
cuando tendrás tiznadas las manos de mi sangre
y mancharás un torso, recibirás su semen y caerás en la cuenta
pensando en mí, de que nunca se olvida el sudor que te mata.
f.
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