Casi puedo desmenuzar las sílabas que te dejé en la noche,
a ciegas, acortando las distancias, respirando contigo,
justo latiendo en el lado izquierdo de tu pecho.
Envueltas en su propio silencio
blanden el azúcar quemado por el fuego
y tienen el sabor que les dejó tu boca
cuando al pronunciarlas me nombras.
Pausadas, sin agobio,
a ratos contemplándote,
dormitan como un pájaro de invierno
dentro de tu corazón.
f.
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