Rescato mis manos de la lluvia.
Sentidas, frías, apenas son dos palabras,
un itinerario de tiempo,
de esfuerzo y de caricias.
Contemplo su silencio,
debo saber que hay un corazón que late
y da a cada surco una distancia.
No sé leerlas pero percibo la ley de la costumbre,
el regreso diario y continuo a tocarse,
se apoyan mutuamente
en la inmensa soledad que las desnuda.
f.
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