Nunca tuvimos suficiente
y con las manos vacías
llenábamos nuestros bolsillos de promesas
aunque todo fuera imprevisible
y sintiéramos los dientes del frío de la madrugada.
Una larga nausea que deja el alba
y es como un lagarto recorriendo tu cuerpo.
Sin amor, palabra maldita en aquellas horas
que éramos cercados por la luz,
cuando uno valía tanto como sus silencios
y entregado al absenta y a los porros
era más sencillo hacer el amor que hablar de ello.
f.
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